Durante estos últimos años, ha habido muchas personas que se han planteado la opción de la residencia, tanto a nivel personal como para sus familiares. Aunque es algo aún estigmatizado, se trata de un lugar completamente adaptado a cualquier necesidad que le pueda surgir a alguien mayor. Tiene personal específicamente formado para ellos, y lo que es más importante, con compañía constante de gente con la que pueden formar vínculos y relaciones.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, creemos que la mejor manera de entender que, en realidad, una residencia es una gran opción, es explicando el por qué. El conocer los motivos que destacamos nosotros mismos os dará tranquilidad y seguridad, tanto al propio individuo como a la familia y sus seres queridos.
¿Por qué llevar a alguien a una residencia?
Queremos centrarnos en las características más importantes de nuestros servicios, y, en resumen, poder expresar con claridad todo lo que, quizá, no se ve desde fuera.
Contamos con un amplio abanico de servicios que se encuentran al alcance de la persona de la tercera edad
Tal y como decíamos anteriormente, una residencia es un espacio pensado por y para la generación de mayores. En ella, primamos su calidad de vida, cubriendo cualquier tipo de necesidad o petición que pueda surgir. Nuestro equipo de profesionales es la base de todo, trabajando en las partes social, cognitiva y física del anciano, con el fin de estimular y/o mantener sus capacidades con un plan individualizado.
Promovemos el envejecimiento activo
Como definió la OMS hace ya algunas décadas, el envejecimiento activo es “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. Dicho con otras palabras, es el saber aprovechar los medios de los que disponemos para darles a los mayores la mejor calidad de vida posible. Por ejemplo, nuestro diseño arquitectónico se encuentra adaptado para favorecer la autonomía y la funcionalidad de los ancianos.
Favorecer la vida
O, para explicarnos mejor, la continuación de la misma. Gran parte de la población cree (de forma errónea) que, al ingresar en una residencia, la persona ya no tendrá “vida”, tal y como la tenía anteriormente. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: en una residencia es mucho más sencillo aprender y compartir vivencias con personas afines al anciano. Gracias a la valoración geriátrica integral, un proceso mediante el cual se estudian los problemas que puedan presentar los mayores, y, sobre todo, el cómo evitarlos y/o resolverlos, los profesionales de la residencia son capaces de ayudar y hacer disfrutar al anciano de la última etapa de su vida.
Suprimir la sensación de soledad y aumentar la de seguridad
En muchas ocasiones, la soledad, especialmente en los ancianos, puede llegar incluso a considerarse una enfermedad. Provoca dependencia, ansiedad, y hasta deterioro cognitivo. En las residencias, una de las metas que se propone el personal es, precisamente, evitarla, haciendo sentir a la persona mayor acompañada en todo momento, y ayudándola a relacionarse con sus compañeros. Al mismo tiempo, un anciano puede sentirse desfavorecido o pueden aparecer inseguridades durante el proceso de envejecimiento. Para ello, utilizamos diversos métodos y herramientas para maximizar tanto la seguridad en sí misma, como la percepción de seguridad de la persona mayor.
Control y atención sanitaria constante
Además de los servicios que antes comentábamos, también hay que tener en cuenta las necesidades básicas del anciano. Cosas que pueden parecer nimias, como la higiene, el control de la medicación, o el cuidado personal, en esa etapa podrían verse afectadas y/o abandonadas. En una residencia, nos aseguramos de que eso no ocurra, y evitar problemas o errores importantes para la salud del anciano.
Puede tratarse de algo temporal
El ingreso en una residencia no tiene por qué ser algo definitivo. Dependiendo de las circunstancias de la persona ingresada o de su familia, la persona mayor podría quedarse solo por un tiempo, o por temporadas cuando fuese necesario. También hay que destacar que el anciano puede recibir todas las visitas de amigos y familiares que quiera.
El proceso de adaptación, paso a paso
El proceso correspondiente para ingresar a una persona en una residencia depende, en la mayor parte, del carácter y estado de la persona en el momento del ingreso. A pesar de que el desarrollo posterior puede verse afectado por numerosos factores, sí que podemos realizar una pequeña guía con orientaciones básicas.
¿Cómo decírselo al anciano?
En primer lugar, lo más importante es reunir a todos aquellos que consideremos relevantes en su vida, y hablar con total sinceridad. Es bueno explicar las ventajas e inconvenientes de las residencias, e intentar resolver cualquier duda antes del ingreso. Igualmente, no es recomendable esperar al último momento, sino tomarlo como un proceso de consulta tranquilo en el que (en la medida de lo posible) la persona mayor está involucrada. En muchos casos, aunque no lo creamos, los ancianos son capaces de reconocer su estado y sus límites, y el tiempo, la paciencia, y la honestidad pueden ser la clave para alcanzar un consenso con ellos.
El preingreso en la residencia
Hablamos del preingreso como un contacto inicial entre el trabajador de la residencia y el futuro residente. En este encuentro también estará la familia, que ayudará a facilitar la comunicación y a dar la información que se pueda requerir. Al terminar el acercamiento, el ingreso ya estará efectivamente planeado.
El gran paso: el ingreso
El objetivo de ese día es minimizar la sensación de cambio en la persona mayor. Debemos tener en cuenta que se trata de un cambio brusco de vida, y, por tanto, es muy importante que se sienta acompañado por su familia y por el profesional que ya conoce desde el preingreso para no sentirse aislado.
Las despedidas no son agradables, y estamos seguros de que este será el paso más duro tanto para el anciano como para sus familiares. Precisamente por ello, recomendamos tener todo el equipaje preparado, y que, por ejemplo, mientras se prepara el equipaje se procure mantener un ambiente relajado e informal, evitando la tristeza.
En los familiares que han “tomado la decisión” se puede producir un sentimiento de culpa, especialmente en los casos en los cuales la persona mayor no estaba de acuerdo con ser ingresada. Para lidiar con esta sensación, lo mejor es mantener un contacto frecuente con el anciano, tanto mediante llamadas telefónicas como con visitas siempre que sea posible. También es una buena idea hablar frecuentemente con los compañeros y cuidadores de la persona ingresada, para hacerse una idea del entorno y las condiciones reales del anciano.
Adaptación e integración
Habitualmente, una vez ingresada la persona mayor, la adaptación puede durar aproximadamente 90 días. En el transcurso de ese tiempo, el anciano va aprendiendo las características y el funcionamiento de la residencia, y conociendo a sus compañeros y cuidadores. Por su parte, los profesionales comienzan a conocer a la persona y elaboran un plan de atención personalizado.
La integración normalmente es el último paso, una vez se produce una adaptación satisfactoria. Es un momento alegre, en el cual la persona mayor ya empieza a considerar la residencia como una “segunda casa”, y ya tiene relaciones significativas con otras personas dentro del lugar.
¡Ya ha pasado todo!
Después de la integración, y hasta que el tiempo de la persona en la residencia acabe, se producirán reuniones periódicas de diferentes profesionales referentes a la salud del anciano: fisioterapeutas, psicólogos, enfermeros y el médico del paciente. En estas reuniones se evaluará la integración de la persona mayor, su estado de salud y el de ánimo, y notificarán cualquier anomalía a los familiares.
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